Por Denise Minger
Traducido por Verónica Belli Obando
Algunos errores en la biblia del vegetarianismo…
Algo importante ocurrió en el mundo de la nutrición en el año 2006: fue publicado “The China Study” (El estudio de la China), escrito por T. Colin Campbell. El libro de Campbell rápidamente se hizo popular hasta llegar a ser un bestseller con ventas de más de medio millón de copias hasta el día de hoy.
La premisa del libro es que los alimentos de origen animal son responsables de enfermedades modernas, como la enfermedad coronaria y el cáncer. Según el libro, las enfermedades modernas podrían prevenirse e incluso curarse eliminando de nuestra dieta los alimentos de origen animal y teniendo una dieta de alimentos vegetales enteros y sin procesar.
A pesar de haber sido una afirmación difícil de asimilar para algunos, el libro se mostraba confiable debido a su exhaustiva lista de referencias y a la extensa lista de credenciales que posee el autor —incluyendo un PhD de Cornell, la autoría de alrededor de 300 artículos científicos, y décadas de experiencia directa en la investigación. No es sorpresa que el libro haya sido incorporado por la comunidad de veganos como una de sus biblias: aquella que daba la última palabra sobre lo dañino de los alimentos animales y una prueba irrefutable de que una dieta exclusiva de vegetales sería mejor para cualquier humano. Para exasperación de todos los amantes de la carne, a partir de ahora cualquier debate con un vegano terminaba cuando él decía: “tienes que leer The China Study”.
Sin embargo, a pesar de las tajantes afirmaciones sobre los alimentos de origen animal que fueron presentadas, y sus aparentemente sólidos argumentos, puedo decir que The China Study no es un libro con rigor científico suficiente. Como veremos a lo largo de este escrito, las afirmaciones repetidas una y otra vez en el libro fueron seleccionadas por intereses personales, además de haber sido convenientemente malinterpretadas, en especial las que respectan a las investigaciones del autor sobre el cáncer y los resultados del Proyecto China-Cornell-Oxford.
¿El consumo de proteína animal origina el cáncer?
A partir de su participación en un proyecto de Filipinas dedicado a combatir la malnutrición, Capmbell pondría en duda el consumo de alimentos de origen animal desde que uno de sus colegas le informara la situación alarmante que estaban viviendo: el cáncer de hígado estaba afectando a los Filipinos de mayores recursos económicos a tasas mayores que a sus contrapartes menos adinerados, un fenómeno que Campbell consideró se debía a su mayor ingesta de proteína animal1, a pesar de que existen muchas otras diferencias en el estilo de vida entre ambos grupos. Posteriormente, Campbell leería un estudio hecho en India cuyo resultado señalaba que una ingesta elevada de proteína incentivaba el cáncer de hígado en ratas, mientras que una ingesta baja de proteína parecía prevenirlo2. Intrigado por los aparentes resultados de este estudio, Campbell decidió investigar por sí mismo el rol de la nutrición en el desarrollo del cáncer—una hazaña que duró varias décadas y que en su camino produjo alrededor de 100 publicaciones3.
The China Study comunicó los descubrimientos de Campbell con una simplicidad que resultó poderosa. En una serie de experimentos llevados a cabo por Campbell y su equipo, ratas fueron expuestas a niveles altos de aflatoxina —un carcinógeno producido por hongos que crecen en el maní y el maíz— y luego alimentadas con distintos niveles de caseína (la proteína de la leche). Estudio tras estudio, las ratas que comían solo el 5 por ciento de sus calorías totales como caseína permanecieron libres de tumores, mientras que las ratas que consumían 20 por ciento de sus calorías como caseína desarrollaron crecimientos anormales que marcaron el comienzo del cáncer de hígado. Campbell concluyó que “podía controlar el cáncer en aquellos roedores como prender y apagar la luz con tan solo variar la cantidad de caseína que consumían”.4
En varios otros de sus experimentos, en cambio, cuando se alimentó a las ratas con proteína de trigo o de soya en lugar de caseína luego de ser expuestas a aflatoxinas, no se desarrolló ningún cáncer, ni siquiera cuando se administró el 20 por ciento de proteína, lo que probó ser totalmente perjudicial en el caso de la caseína.5
Estos fueron los hallazgos que llevaron a Campbell a concluir que el desarrollo del cáncer era promovido exclusivamente por el consumo de proteínas de origen animal. Sin embargo, como ha sido señalado por muchos de sus críticos,6,7 esa es una afirmación que requeriría de un poco más de lógica en su análisis. Los efectos de la caseína, en particular de la caseína aislada (separada del resto de componentes de los lácteos que trabajan en sinergia con ella), no pueden generalizarse a todas las formas de proteína en la leche, y mucho menos a todas las formas de proteína animal. Un número impresionante de estudios muestra que la otra gran porción proteica de la leche, la proteína del suero, ha demostrado consistentemente su capacidad de suprimir el crecimiento de tumores, probablemente debido a su habilidad para elevar los niveles de glutatión.8,9 Otro de los estudios de Campbell sugiere que la proteína de pescado actúa como un promotor del cáncer cuando se consume junto con aceite de maíz, mas no cuando se consume sólo con aceite de pescado, lo cual señala la importancia del contexto en que un alimento se consume (y reafirma el daño que siempre causan los aceites vegetales industriales).10
Uno de los experimentos más reveladores de Campbell, que lamentablemente no recibe mención alguna en su libro The China Study, demostró que cuando el gluten del trigo se complementa con lisina para crear una proteína completa, entonces se comporta exactamente como la caseína al momento de fomentar el crecimiento de tumores.11 Esto significa que la capacidad de la proteína animal de fomentar el crecimiento de células cancerosas se debe a que la proteína animal posee un espectro completo de aminoácidos, capaces de promover el crecimiento en términos generales, ya sea de células malignas o de células benignas. En teoría, la proteína que obtenemos de una mezcla de arroz y legumbres provee un perfil completo de aminoácidos, capaz de promover el crecimiento de un cáncer, tal y como lo hace la proteína animal. Cabe destacar que los experimentos de Campbell pierden relevancia en un escenario normal de alimentación, en que es muy poco probable que alguien se alimente puramente de caseína aislada, azúcar y aceite de maíz, como las ratas eran alimentadas durante el experimento.
En un artículo titulado “El curioso caso de las ratas de Campbell”12, publicado por Chris Masterjohn en setiembre del 2010, el autor se aventura a ir más allá del libro para explorar directamente los artículos científicos publicados por Campbell. Lo que encontró con respecto a las ratas que consumieron poca cantidad de proteína estaba lejos de la descripción que Campbell mostró en su libro: si bien las ratas que consumían una dieta alta en caseína sí desarrollaron cáncer de hígado, las otras ratas con una alimentación baja en caseína no tuvieron un mejor destino. Los experimentos de Campbell demostraron que una dieta baja en proteínas incrementaba el efecto tóxico de la exposición a aflatoxinas, con resultados devastadores para las células y muerte prematura.
Además, la investigación de la India que despertó el interés de Campbell por estudiar la relación entre la dieta y el cáncer, demuestra que las ratas con una dieta baja en caseína morían con una frecuencia alarmante, mientras que las ratas en una dieta alta en proteína —aunque con tumores— permanecían vivas.13
Otro estudio de la India, publicado a fines de los años 1980s, nos permite entender las investigaciones que relacionan a la caseína con el cáncer. En este estudio se analizan los efectos de la ingesta de proteínas en monos expuestos a aflatoxinas, en lugar de ratas.14 Al igual que en los experimentos de Campbell, los monos fueron alimentados con dietas ya sea de 5 o de 20 por ciento de caseína. Sin embargo, el estudio difiere en que en lugar de ser expuestos a cantidades anormalmente altas de aflatoxinas, como fue con las ratas, los monos eran expuestos a dosis pequeñas de manera diaria, imitando el escenario común en que estamos expuestos a aflatoxinas de manera frecuente en dosis pequeñas, a partir de los alimentos contaminados que consumimos. En el estudio, el cáncer se desarrolló en los monos con una dieta baja en proteínas y no en los monos con una dieta alta en proteínas.
Esta aparente paradoja denota una falla importante en la investigación de Campbell en ratas: el nivel de exposición a aflatoxinas tiene un rol crítico en el impacto del consumo de proteínas en el desarrollo de un cáncer. Cuando las dosis de aflatoxinas son muy altas, los animales que consumen una dieta baja en proteínas no desarrollan un cáncer debido a que sus células están literal y masivamente muriendo, mientras que los animales que consumen una dieta alta en proteínas aún son capaces de construir a partir de ellas —ya sea células saludables o cancerosas. Cuando la dosis de aflatoxinas es moderada, los animales que consumen una dieta baja en proteínas desarrollan cáncer mientras que sus contrapartes con una dieta alta en proteínas permanecen sanos.
En resumen, The China Study inició un pánico por el consumo proteico a partir de malas interpretaciones de los estudios llevados a cabo. Lo que los experimentos de Campbell en ratas demostraron no fue que la proteína animal nos haga daño, sino que fue lo siguiente:
- La proteína de alta calidad promueve el crecimiento celular, independientemente de qué tipo;
- La deficiencia proteica disminuye la habilidad del hígado para cumplir con su rol desintoxicante, y
- Bajo el efecto de dosis reales de aflatoxinas, la proteína muestra un rol protector frente al desarrollo de cáncer, mientras que las dietas que restringen la proteína muestran tener un efecto negativo.
¿En el estudio de la China se demuestra realmente que los alimentos de origen animal están asociados con enfermedades?
Conocido también como el proyecto “China-Cornell-Oxford”, The China Study significó un gran esfuerzo epidemiológico por explorar los patrones de las dietas y las enfermedades en las zonas rurales de China —proyecto aclamado incluso por el New York Times como un gran trabajo epidemiológico. El estudio abarcó 65 países y colectó datos de 367 variables para generar alrededor de 800 correlaciones estadísticas significativas entre la nutrición, los factores de estilo de vida y una variedad de enfermedades.15
Campbell asegura en su libro que la información colectada apuntaba en una sola dirección: “Las personas con dietas más altas en alimentos de origen animal eran quienes tenían la mayor cantidad de enfermedades crónicas”, mientras que “las personas que llevaban una dieta mayormente basada en plantas eran las más saludables y por lo general no padecían de enfermedades crónicas”.16 Y aunque la correlación no signifique causalidad —como tanto se dice en la estadística—, las asociaciones encontradas en este estudio, junto con otras investigaciones del mismo autor, aparentemente fueron suficiente para afirmar que los alimentos de origen animal nos hacen daño.
¿Los resultados de The China Study deberían motivarnos a consumir una dieta basada en vegetales?
Para comenzar, la conclusión a la que se llegó no está basada en un estudio sobre el consumo normal de alimentos. En su libro, Campbell señala que él y su equipo de investigación “encontraron que uno de los predictores más fuertes para las enfermedades occidentales era el colesterol en la sangre”,17 a partir de ello se habló del colesterol en referencia al consumo de alimentos de origen animal. En el libro de Campbell vemos que la información colectada en The China Study refleja asociaciones entre el colesterol y muchos tipos de cáncer, así como entre el colesterol y la ingesta de proteína de origen animal, llegando a la conclusión de que la ingesta de proteína y los tipos de cáncer observados debían están íntimamente relacionados.
Sin embargo, dado que existen muchos factores no dietarios que afectan el colesterol sanguíneo y que el colesterol puede elevarse o caer como resultado de alguna enfermedad, sería mejor observar la relación entre la alimentación y los resultados en la salud como indicador —antes que la alimentación y los resultados en el colesterol.
No se discute la relación entre la ingesta de proteína animal y la aparición de enfermedades simplemente porque no existe. La información colectada originalmente en The China Study no muestra una correlación significativa entre ningún tipo de cáncer y la ingesta de proteína animal.18 Lo único que mostró una correlación positiva con la aparición de algunos tipos de cáncer fue la ingesta de proteína de pescado, lo cual no significa que la relación haya sido causal (es decir, que el hecho de que la proteína de pescado se muestre junto con algún cáncer no significa que su ingesta haya sido la causa). Los tipos de cáncer para los que se observó correlación fueron el cáncer nasofaríngeo, una enfermedad que afecta sólo a una de cada siete millones de personas; el cáncer de hígado, que aparece en las regiones consumidoras de pescado debido a que la aflatoxina prolifera con mucha facilidad en las zonas húmedas cercanas a fuentes de agua, y la leucemia, que probablemente se encuentra ligada a otros elementos propios del estilo de vida de poblaciones industrializadas en zonas costeras (que por ende también consumen pescados).19
Irónicamente, si nos fijamos en estos mismos resultados en relación a la proteína vegetal, encontramos casi el triple de correlaciones positivas con la aparición de cáncer en comparación a la proteína de origen animal, incluyendo el cáncer de colon, el cáncer de recto y el cáncer de esófago.20 Asimismo, la proteína de origen vegetal muestra una correlación positiva para la enfermedad coronaria y el infarto cardíaco, mientras que la proteína animal, incluyendo la de pescado, presenta una correlación neutra o negativa.
Incluso más interesante es observar algunos de los artículos revisados por pares que fueron publicados a partir de la información en el estudio de la China, la mayoría de los cuales tienen a Campbell como co-autor. Al igual que en el estudio sobre el efecto de la caseína, las conclusiones a las que Campbell llega a partir de los estudios realizados en la China están abismalmente alejados de lo que los resultados originales señalan. A pesar de casi no hacer mención al trigo en su libro, en el estudio de la China Campbell encontró que el consumo de trigo estaba estrechamente ligado con niveles altos de insulina, niveles altos de triglicéridos, enfermedad coronaria, infarto y enfermedad hipertensiva, a niveles mucho mayores que cualquier otro alimento.21,22 Asimismo, en un artículo del año 1990, Campbell admitió que “ni el colesterol total en plasma ni el LDL colesterol mostraron estar asociados con la enfermedad cardiovascular” en los resultados de los estudios en la China, y que “las diferencias geográficas en la mortalidad a partir de enfermedades cardiovasculares en China son causadas principalmente por factores ajenos a la dieta o el colesterol en plasma”23.
Finalmente, solo dos años antes que el libro “The China Study” saliera a la venta, Campbell publicó un artículo declarando que “los mayores riesgos de mortalidad y morbilidad están entre las poblaciones mayormente vegetarianas del interior, entre quienes, al mismo tiempo, se encuentran los menores niveles de LDL colesterol”.24
En conclusión
A pesar de su creciente popularidad, The China Study se perfila como una obra ficticia antes que una pieza maestra de nutrición, como es vista por muchos. El libro ha sembrado gran cantidad de mitos en contra de la proteína animal y ha difundido información tergiversada sobre los resultados del propio estudio —mitos que fácilmente se hacen inválidos bajo el análisis de un experto, y que, sin embargo, continúan engañando a las personas a través de los medios de comunicación y acumulando publicidad a su favor.
Si algo podemos rescatar de este libro de tantas páginas es que hable a favor de una dieta basada en alimentos completos, libre de aceites vegetales refinados, cereales refinados, jarabe de fructosa, y otros productos de la gran industria alimentaria que suelen reemplazar a la comida real en las mesas modernas. Y para aquellos en busca de literatura científica de mejor calibre, The Psychology of the Simpsons será mucho más grata (y amable con los alimentos de origen animal).
Finalmente, cabe resaltar que los casos en que las dietas vegetarianas tienen un efecto positivo es porque son los casos en que una dieta vegetariana significa también una dieta libre de productos ultraprocesados, como harinas y azúcares refinados y aceites industriales, lo cual tiene un efecto positivo inmediato en cualquier persona; sin embargo, en el largo plazo aparecerán los efectos de las deficiencias nutricionales propias de una dieta sin los alimentos de mayor densidad nutricional (que están entre los alimentos de origen animal).
Referencias
- Campbell, T. Colin, PhD, with Thomas M. Campbell II . The China Study: Startling Implications for Diet, Weight Loss, and Long-Term Health. Dallas: BenBella Books, 2004, p. 36.
- Ibid, p.36.
- Ibid, p. 48.
- Ibid, p. 60.
- Ibid, p. 59.
- Masterjohn, Chris. “The Truth About the China Study.” http://www.cholesterol-and-health.com/China-Study.html
- Colpo, Anthony. “The China Study: More Vegan Nonsense!” http://anthonycolpo.com/?p=129
- Bounous G., et al. Whey proteins in cancer prevention. Cancer Lett. 1991 May 1;57(2):91-4.
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- Madhavan, T.V. and C. Gopalan. “The effect of dietary protein on carcinogenesis of aflatoxin.” Arch Pathol. 1968 Feb;85(2):133-7.
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- Campbell, p. 73.
- Ibid, p. 7.
- Ibid, p. 77.
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- Minger, Denise. “The China Study: Fact or Fallacy?” July 7, 2010. http://rawfoodsos.com/2010/07/07/the-china-study-fact-or-fallac/
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- Ibid.
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El presente artículo apareció en la revista Wise Traditions in Food, Farming and the Healing Arts, la revista trimestral de la Fundación Weston A. Price, en primavera de 2012.
Acerca de Denise Minger
Denise Minger escribe sobre temas de salud; es editora, investigadora y bloggera en deniseminger.com. Habiendo sido vegetariana por una década, los estragos en su salud la inspiraron a investigar profundamente la nutrición humana. Como parte de su trabajo, Minger revela la mala calidad de muchas de las investigaciones científicas que suelen ser referenciadas por el vegetarianismo y el veganismo.
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